Cortamos el conejo en trozos pequeños y les ponemos sal gorda.
Para preparar el salmorejo majamos como adobo un puñado de ajos, sal gorda, dos cucharaditas de pimentón, una de comino molido o en grano, un chorro de vinagre generoso y un poco de aceite de oliva extra virgen.
Este majado se lo ponemos al conejo troceado, y añadimos las hierbas: orégano, laurel, tomillo y también le pongo romero, aunque en las recetas más tradicionales no he visto que se lo añadan. Completamos con vino blanco y un poco de aceite. Moviendo el bol ligamos un poco la mezcla antes de meter todo este mejunje en la nevera para, como dice mi madre, reposar «de la noche al día».
Al día siguiente freímos el conejo y lo vamos poniendo en una cazuela. Al final de la fritada, con cuidado porque salta, freiremos el hígado o asadura, que luego moleremos con un poco de agua. Yo solo le pongo la mitad, para espesar la salsa pero que no domine demasiado el sabor.
A la cazuela con el conejo le vamos añadiendo la asadura ya triturada, un poco de aceite de la fritura y el salmorejo que quedó de adobar y pimienta. También si es necesario aumentamos la salsa con más vino blanco seco y agua o caldo.
El toque picante ya es al gusto, así que la cantidad de pimienta picona o guindilla que le pongamos uno verá lo valiente que es.
Para finalizar cocemos a fuego lento con el caldero tapado unos 40 minutos.
Otra variante es hervir el salmorejo primero, antes de ponerlo en el caldero.
Con unas papitas arrugadas tenemos un plato sencillo muy apreciado en nuestra gastronomía.